Should any political party attempt to abolish social security, unemployment insurance, and eliminate labor laws and farm programs, you would not hear of that party again in our political history. There is a tiny splinter group, of course, that believes you can do these things. Among them are H. L. Hunt (you possibly know his background), a few other Texas oil millionaires, and an occasional politician or business man from other areas. Their number is negligible and they are stupid.
La frase de ahí arriba pertenece a Eisenhower y está sacada de un artículo de Salon titulado Relax, liberals. You’ve already won, que demuestra que el viejo Dwight, hasta la fecha, se ha cubierto de gloria.
Nunca se puede subestimar a un colectivo simplemente porque tenga pocos integrantes o porque se perciba a sus miembros como una panda de idiotas. Menos aún en la época que nos ha tocado vivir, en la que cualquier opinión tiene las mismas probabilidades que las demás de ser escuchada, independientemente de los argumentos que la respalden.
Estos días hemos asistido a una crónica de la estupidez en tres actos: introducción, nudo y desenlace temporal; personalmente no descarto que el baile termine teniendo más pasos que el Chiki-chiki.
La historia, a estas alturas del partido, es de sobra conocida: La Sexta emite un par de capítulos de un programa llamado Salvados por la Iglesia (los cuales, adelanto, no he visto), y un grupo de católicos se sienten ofendidos y comienzan una campaña de envíos de cartas más o menos masivos, dependiendo de a quién se le pregunte, a las empresas que se anunciaron en los correspondientes espacios publicitarios dentro del programa. De momento, como enlacé en el párrafo anterior, tres empresas han accedido a retirar su publicidad: Heineken, Seguros Ocaso y El Corte Inglés.
Hasta ahí, los hechos. Anteayer no tuve tiempo de escribir nada largo sobre el asunto, así que en un breve rato libre cogí un chorrito para hacer una chorrada. Hoy puedo explayarme un poco más.
En democracia, lo que no está explícitamente prohibido está permitido. Además, el derecho a la libertad de expresión está delimitado, dividiendo entre lo que es legal y lo que no lo es. Puede darse la circunstancia (y de hecho se da) de que un grupo afectado por esa delusión colectiva llamada religión se sienta ofendido por algo que es perfectamente legal y no ofrezca más argumentos que un pueril nos sentimos insultados.
“No se puede insultar a una persona sensata pues la verdad no insulta y la mentira no merece ser tenida en cuenta”
Robert Heinlein
La palabra clave de la frase anterior, me temo, es sensata. Está visto que el carnet de fundamentalista se reparte a la entrada del local a cambio de la capacidad de razonar y el sentido del humor, siendo lo segundo en muchos casos una consecuencia de lo primero. También queda mermado el sentido de la ironía, al parecer: son los mismos que se adhieren a iniciativas en favor de una libertad de expresión mal entendida.
Estas personas tienen toda la libertad y el derecho de, si así lo desean, hacer llegar a estas empresas sus pareceres sobre sus actividades de promoción y financiación, faltaría más. Eso está fuera de toda duda. Sin embargo, los argumentos que han ofrecido las empresas que han accedido a retirar la publicidad de un programa que no se va a volver a emitir están a caballo entre lo patético y lo lamentable. Heineken se ahorca ella solita:
[…] el posible daño a la sensibilidad de un sólo cliente o consumidor de nuestros productos es causa suficiente para evitar su vinculación con nuestra Compañía […]
Me atrevería a decir que prácticamente cualquier programa de televisión o radio, o algún artículo de prensa de hoy en día es capaz de ofender al menos a una persona. Mientras me pregunto si quizá en esa compañía tienen la coherencia un poco verde todavía, leo la respuesta de Ocaso, que apunta en la misma dirección:
Seguros Ocaso no va a permitir que su publicidad promocione programas que puedan ofender cualquier tipo de sentimientos de grupos de ciudadanos.
Mejor es la de El Corte Inglés, aunque mucho me temo que de forma involuntaria:
[…] las órdenes que tienen todas las televisiones sin excepción de no incluir nuestra publicidad en programas que por su contenido puedan resultar ofensivos y dañar la sensibilidad de determinados grupos sociales de la población española y, especialmente, las de tipo religioso.
Especial protección merecen, a la vista de esta empresa, las sensibilidades religiosas; añadiría yo que esto es así porque a lo más a lo que se puede llegar es a tener cuidado para no ofenderlos: esquivar la ofensa con una respuesta argumentada es en muchos casos algo que está fuera de su alcance.
La libertad de expresión conlleva el maravilloso efecto secundario de tener que escuchar opiniones contrarias a las propias. Ninguna idea, por mucho origen supuestamente divino que tenga, está libre de crítica o parodia. Si los hechos emitidos por La Sexta son delictivos, muy bien, deben ser los tribunales quienes lo juzguen. Y, mientras tanto, nos mean encima y nos dicen que es agua bendita por la libertad de conciencia.
Y si mañana hay tres campañas más con el mismo grado de éxito, la culpa será nuestra por quedarnos en casa sorbiéndonos los mocos.